Comentario
Capítulo 4
De lo que proveyó Motecuçoma cuando supo la segunda vez que los españoles havían buelto. Este fue don Hernando Cortés
A los sobredichos habló Motecuçoma y los dixo: "Mirad que me han dicho que ha llegado nuestro señor Quetzalcóatl. Id y recebilde, y oíd lo que os dixere con mucha diligencia. Mirad que no se os olvide nada de lo que os dixere. Veis aquí estas joyas que le presentéis de mi parte, que son todos los atavíos sacerdotales que a él le convienen." Primeramente una máscara de mosaico de turquesas; tenía esta máscara labrada de las mismas piedras una culebra doblada y retorcida, cuya dublez era el pico de la nariz, y lo retorcido iva hasta la frente; era como lomo de la nariz; luego se dividía la cola de la cabeça, y la cabeça con parte del cuerpo iva por sobre el un ojo de manera que hazía ceja, y la cola con parte del cuerpo iva sobre el otro ojo y hazía otra ceja. Estava esta máscara enxerida en una corona alta y grande, llena de plumas ricas, largas y muy hermosas, de manera que poniéndose la corona sobre la cabeça se ponía la máscara en la cara. Llevava por joel una medalla de oro redonda y ancha; estava asida con nueve sartales de piedras preciosas, que echadas al cuello cubrían los hombros y todo el pecho. Llevavan también una rodela grande bordada de piedras preciosas con unas vandas de oro que llegavan de arriba abaxo por toda ella, y otras vandas de perlas atravesadas sobre las de oro de arriba abaxo por toda ella, y [en] los espacios que hazían estas vandas, los cuales eran como mallas de red, ivan puestos unos sapitos de oro. Tenía esta rodela unos rapacejos en lo baxo. Iva asido en la rodela una vandera que salía desde la manixa de la rodela, hecha de plumas ricas. Llevava también una medalla grande hecha de obra de mosaico que la llevava atada y cedida sobre los lomos. Llevavan también unos sartales de piedras preciosas con unos cascaveles de oro entrepuestos a las piedras para atar a la garganta de los pies. Llevavan también un cetro, como cetro de obispo, todo labrado de obra de mosaico de t[ur]quesas, y la buelta de arriba era una cabeça de una culebra rebuelta o enroscada. También llevavan unas cotaras como los grandes señores se las suelen poner.
Llevaron también los ornamentos o atavíos con que se ataviava Tezcatlipuca, que era una cabellera hecha de pluma rica que colgava por la parte de tras hasta cerca de la cintura; estava sembrada toda de estrellas de oro. Llevavan también unas orejeras de oro que llevavan colgados unos cascavelitos de oro y sartales de caracolitos marinos blancos y hermosos; de estos sartales colgava un cuero que era como peto, y llevávale ceñido de manera que cubría todo el pecho hasta la cintura; llevava este peto muchos caracolitos sembrados y colgados por todo él. Llevavan también un cosete de tela blanca pintado; la orilla de abaxo de este cosete iva bordada con plumas blancas: tres listas por todo rededor. Llevavan una manta rica; la tela de ella era un açul claro, y toda labrada encima de muchos labores de un açul muy fino; llamávase esta manta tzitzilli; esta manta se ponía por la cintura, atada por las esquinas al cuerpo. Sobre esta manta iva una medalla de mosaico, atada al cuerpo sobre los lomos. También llevavan unos sartales de cascaveles de oro para atar a las gargantas de los pies, y también unas cotaras blancas, como los señores las solían traer.
Llevaron también los atavíos y ornamentos del dios que llamavan Tlalocantecutli, que era una máscara con su plumaje, como la que se dixo arriba, con una vandera, como la que arriba se dixo. También unas orejeras de chalchíuitl anchas que tenían dentro unas culebritas de chalchihuites, y también un cosete pintado de labores verdes, y unos sartales o collar de piedras preciosas, con una medalla de piedras preciosas. Y también llevavan una medalla con que se ceñía los lomos, como la que arriba se dixo, con una manta rica con que se ceñía, como se dixo arriba, y cascaveles de oro para poner a los pies, y su báculo como el de arriba.
Otros ornamentos también que ll[ev]avan era[n] del mismo Quetzalcóatl. Una mitra de cuero de tigre, y colgava de la mitra sobre las espaldas una capilla grande hecha de plumas de cuervo; llevava la mitra un chalchíuitl grande, y redondo en la punta. Y también unas orejeras redondas de mosaico de turquesas con un garavato de oro que salía de la orejera. Llevavan también un collar de oro, del cual colgava una medalla de oro que llaman hecacózcatl, y una manta rica con que se ceñía, y unos cascaveles de oro para los pies, y una rodela que tenía en medio una plancha de oro redonda, la cual rodela estava bordada con plumas ricas; en lo baxo de la rodela salía una vanda de plumas ricas en la for[m]a que se dixo arriba. Llevava[n] un báculo labrado de mosaico de turquesas, y en la buelta de arriba puestas unas piedras ricas o perlas enminentes en lo alto de arriba. También llevavan unas cotaras como los señores las solían traer. Todas estas cosas llevavan los mensajeros y las presentaron, según dizen, a don Hernando Cortés. Otras muchas cosas le presentaron que no se escriven, como fue una mitra de oro hecha a manera de caracol marisco con unos rapacejos de plumas ricas que colgavan hazia las espaldas, y otra mitra llana también de oro, y otras joyas de oro que no se escriven.
Todas estas cosas metieron en sus petacas, y tomada la licencia de Motecuçoma, díxoles: "Id con priesa y no os detengáis, y adorad en mi nombre al dios que viene, y dezilde: 'Acá nos ha embiado vuestro siervo Motecuçoma; estas cosas que aquí traemos os embía, pues habéis venido a vuestra casa que es México'." Tomaron luego camino los mensajeros y llegaron a la orilla de la mar, y allí entraron en canoas, y llegaron a un lugar que se llama Xicalanco. De allí tornaron otra vez a entrar en otras canoas con todo su hato, y llegaron a los navíos. Luego los preguntaron de los navíos: "¿Quiénes sois vosotros? ¿De dónde havéis venido?" Dixeron los de la canoa: "Venimos de México." Y dixeron los de la nao: "¿Por ventura no sois de México, sino que dezís con falsidad que sois de México y nos engañáis?" Y sobre esto tomaron y dieron, y desque se satisficieron los unos a los otros, juntaron la canoa con navío y echáronlos una escalera con que subieron al navío donde estava don Hernando Cortés.